Resumen

Este artículo presenta una revisión narrativa de la literatura científica actual sobre dolor sexual femenino, con foco en dispa- reunia y vaginismo, integrando definiciones clínicas, datos epidemiológicos, fisiopatología, diagnóstico y abordaje terapéutico. El dolor sexual femenino, especialmente en sus formas de dispareunia y vaginismo, es una condición frecuente pero in- suficientemente diagnosticada que afecta de manera signi- ficativa la calidad de vida, la función sexual y el bienestar emocional de las mujeres. Su abordaje clínico requiere una comprensión multidimensional que contemple factores anatómicos, neurofisiológicos, emocionales y socioculturales.

Objetivo: Revisar la fisiopatología, evaluación diagnóstica y estrategias terapéuticas actuales de la dispareunia y el va- ginismo, con un enfoque integrador basado en la evidencia clínica disponible.

Contenido: Se abordan los criterios diagnósticos actuales según el DSM-5-TR y la CIE-11, las diferencias clínicas entre dispareunia superficial y profunda, y los mecanismos de sensibilización periférica y central implicados en el dolor sexual crónico. Se detallan las principales estrategias terapéuticas, incluyendo tratamientos hormonales y no hormonales para la atrofia vulvovaginal, fisioterapia del suelo pélvico, dilatadores vaginales y abordajes psicológicos como la terapia cognitivo-conductual y EMDR. Se enfatiza la necesidad de una evaluación integral, respetuosa y centrada en la paciente, así como el impacto psicosocial y relacional del dolor sexual persistente. Conclusión: La dispareunia y el vaginismo deben ser reconocidos como síndromes de dolor complejo con múltiples determinantes. El tratamiento debe ser individualizado, interdisciplinario y centrado en la experiencia subjetiva de la paciente, integrando intervenciones físicas, farmacológicas, psicológicas y

educativas para lograr una recuperación funcional y emocional.

Palabras clave

Dolor sexual femenino – Dispareunia – Vaginismo – Disfunción sexual – Fisioterapia del suelo pélvico – Terapia cognitivo-conductual – Estrógenos vaginales – Sensibilización central – Trauma sexual – Salud sexual femenina.

Marini M. “Dolor sexual femenino: dispareunia y vaginismo”. Update en Ginecolo-

Introducción general

El dolor sexual femenino genito-pélvico de penetración se define como dolor genital persistente o recurrente aso- ciado a la actividad sexual e incluye un espectro que va desde la dispareunia hasta el vaginismo. Su intensidad puede ser leve o grave, localizado o generalizado, idiopá- tico, secundario o situacional.

El diagnóstico clínico requiere la exclusión de pato- logías ginecológicas, urológicas o dermatológicas, entre otras, que puedan estar causando el dolor. El impacto del dolor sexual se manifiesta no solo en la función genital, sino también en la autoestima, la vida afectiva y la salud mental.

La dispareunia se define como dolor genital persistente o recurrente durante el coito. Aunque la penetración es posible, resulta dolorosa. Se clasifica según la localización del dolor en dispareunia superficial o profunda.

El vaginismo es la imposibilidad persistente de lograr la pe- netración vaginal, pese al deseo de la mujer. Se caracteriza por una contracción involuntaria del tercio externo de la vagi- na, acompañada de miedo y evitación.

La evaluación integral debe contemplar historia médica, se- xual y psicosocial, examen físico cuidadoso y el uso de escalas validadas.

Epidemiología y prevalencia

Los trastornos de dolor sexual femenino, como la dispareunia y el vaginismo, son considerablemente más frecuentes de lo que reflejan los registros clínicos. Diversos estudios internacionales estiman que la prevalencia de dispareunia en mujeres sexualmente activas alcanza el 13 %, mientras que el vaginismo afecta entre el 3 % y el 7 % de las mujeres. En América Latina, estas cifras probablemente estén subestima- das debido a factores como el subregistro, el estigma social, la falta de capacitación específica en salud sexual y las barreras culturales que dificultan la consulta médica.

gía y Obstetricia 2025;2:4-10.                                                                                                                           Puede consultar otros artículos publicados por los autores en la revista Update en Ginecología y Obstetricia en sciens.com.ar

La dispareunia aparece con mayor frecuencia en mujeres posmenopáusicas, donde suele asociarse a cambios fisioló- gicos como la atrofia vulvovaginal, la disminución de la lu- bricación, la pérdida de elasticidad de los tejidos genitales y la presencia de síntomas urinarios, aunque también puede manifestarse en mujeres jóvenes con otras condiciones subya- centes (Nappi& Palacios, 2020; Salonia et al., 2004).

Entre los principales factores de riesgo se identifican causas biológicas, como infecciones vaginales o urinarias recurren- tes, hipoestrogenismo, endometriosis, secuelas de cirugías ginecológicas y disfunciones musculares del suelo pélvico, como la hipertonía. En el plano psicológico, es frecuente la coexistencia con trastornos de ansiedad o depresión, antece- dentes de abuso sexual o dinámicas cognitivas como la ca- tastrofización del dolor, donde se experimenta el dolor como impredecible, incontrolable y amenazante (Burri, Hilpert& Williams, 2020).

Desde una perspectiva relacional y sociocultural, también influyen significativamente factores como la falta de una educación sexual adecuada, las creencias restrictivas de tipo religioso o moral, y las dificultades en la comunicación o di- námica de pareja. Estas dimensiones, muchas veces entrela- zadas, contribuyen no solo a la aparición del dolor sexual, sino también a su persistencia y cronificación si no son abordadas de forma integral.

Fisiopatología

Dispareunia

Puede presentarse de forma superficial o profunda, según la localización y características del dolor. Esta clasificación per- mite orientar la sospecha etiológica y el abordaje terapéutico (Marshall et al., 2025) (Brichant et al., 2023).

Responde a mecanismos múltiples: nociceptivos (trauma- tismos, inflamación), neuropáticos (lesión o disfunción de nervios periféricos), y centrales (sensibilización del sistema

nervioso). La evolución hacia dolor crónico se asocia con um- bral disminuido, hipervigilancia, y catastrofización del dolor (Phillips, 1998).

Vaginismo

Se caracteriza por una contracción involuntaria y persistente de la musculatura del suelo pélvico, particularmente del músculo pubococcígeo, que impide o dificulta la penetración vaginal, incluso en mujeres que conservan el deseo sexual. Esta respuesta refleja suele activarse ante la sola anticipación del contacto, sin que necesariamente exista un estímulo físico directo, y está asociada frecuentemente con emociones inten- sas como miedo, ansiedad o rechazo.

Desde el punto de vista fisiopatológico, se ha observado una hipertonía basal del suelo pélvico, demostrada en estudios de electromiografía, lo que sugiere una alteración del tono muscular de base, más allá de la respuesta al estímulo. Esta rigidez involuntaria suele acompañarse de fenómenos de di- sociación corporal o de una percepción alterada de la propia anatomía genital, en muchos casos relacionada con educa- ción sexual represiva o experiencias traumáticas (Halvorsen & Metz, 1992).

Estudios por resonancia magnética funcional (fMRI) han identificado, además, patrones de hiperactivación en regio- nes cerebrales asociadas a la respuesta emocional, como la amígdala y la corteza prefrontal dorsolateral, lo que refuerza la hipótesis de que el vaginismo no es únicamente un refle- jo periférico, sino una respuesta compleja de hipervigilancia neuroemocional frente al sexo y a la penetración vaginal.

Diagnóstico clínico

El diagnóstico de la dispareunia y el vaginismo debe rea- lizarse mediante una evaluación biopsicosocial integral, que contemple factores físicos, psicológicos y vinculares. Una en- trevista estructurada y empática es esencial para orientar la


Tabla 1

Preguntas clave para la anamnesis clínica
  Dominio   Características del dolor     Factores asociados     Aspectos emocionales y relacionales     Impacto funcionalEjemplos de preguntas clínicas sugeridas ¿Dónde se localiza el dolor? ¿Es superficial o profundo? ¿Aparece al inicio o durante la penetración? ¿Cómo lo describiría: ardor, pun- zante, presión? ¿Se presenta también con tampones o durante exámenes ginecológicos? ¿Ha tenido infecciones vaginales o urinarias recurrentes? ¿Experimenta sequedad vaginal (menopausia, lactancia)? ¿Tuvo partos traumáticos, episiotomías, o cirugías pélvicas? ¿Siente miedo o tensión antes del contacto sexual? ¿Ha vivido experiencias sexuales negativas o traumáticas? ¿Cómo afecta este dolor a su deseo sexual y relación de pareja? ¿Evita las relaciones sexuales por dolor? ¿El dolor afecta otras áreas de su vida diaria o emocional?

Estas preguntas deben formularse con respeto, sin asumir diagnósticos, generando un clima de validación y confianza (Reissing et al., 2004).

sospecha etiológica, descartar causas orgánicas y diseñar un abordaje adecuado (Lahaie et al., 2010).

Objetivos de la anamnesis

  • Determinar localización, intensidad, duración y calidad del dolor.
  • Identificar factores desencadenantes y moduladores.
  • Evaluar antecedentes ginecológicos, obstétricos, quirúrgi- cos o traumáticos.
  • Explorar el impacto emocional, sexual y relacional.
  • Detectar comorbilidades como ansiedad, depresión o hi- pertonía del suelo pélvico.

Algunas preguntas sugeridas durante la anamnesis se resu- men en la Tabla 1.

La utilización de la escala de Marinoff resulta un instrumen- to útil para cuantificar el impacto del dolor en las relaciones sexuales (ver Tabla 2).

Examen físico

El examen físico en pacientes con dispareunia o vaginismo debe ser siempre una instancia opcional y cuidadosamente consensuada. Se recomienda que se realice de forma progre- siva y únicamente con consentimiento informado, explicando detalladamente a la paciente en qué consiste cada etapa y asegurando su derecho a detener el procedimiento en cual- quier momento si así lo desea.

El proceso suele iniciarse con una inspección externa, en la que se observan cuidadosamente la vulva, el vestíbulo, la piel perineal y la región anal, buscando signos de inflamación, cicatrices, lesiones atróficas o cualquier alteración anatómica visible. A continuación, puede realizarse una palpación suave y respetuosa de las estructuras externas, como los labios mayores y menores, el clítoris y el vestíbulo, con el objetivo de identifi- car zonas de sensibilidad aumentada o dolor localizado.

Si la paciente lo permite, se procede al tacto vaginal uni- digital utilizando lubricación adecuada, con el fin de evaluar el tono muscular, la contractilidad voluntaria y la posible

presencia de espasmos involuntarios, especialmente a nivel del músculo pubococcígeo y otras fibras del elevador del ano. Finalmente, y solo si es tolerado, se realiza una palpación bimanual para explorar el útero y los anexos, valorando su ta- maño, movilidad, sensibilidad y la posible presencia de masas o dolor a la movilización.

A lo largo de todo el examen, es esencial mantener una comunicación clara, respetuosa y empática. Debe explicarse cada paso antes de realizarlo, garantizar un ambiente priva- do, cómodo y sin interrupciones, y validar emocionalmente cualquier reacción de angustia o incomodidad que la paciente manifieste. Esta actitud no solo mejora la experiencia clínica, sino que también favorece el establecimiento de una relación terapéutica basada en la confianza.

Consideraciones emocionales

  • Reconocimiento del trauma: Muchas pacientes con dis- pareunia o vaginismo han experimentado traumas previos. Es esencial ser consciente de esto y evitar cualquier acción que pueda reactivar recuerdos dolorosos.
  • Autonomía de la paciente: Involucrar a la paciente en el proceso, permitiéndole tomar decisiones sobre el ritmo y al- cance del examen, y brindándole opciones para aumentar su sensación de control.
  • Apoyo emocional: Estar atento a las señales de angustia emocional durante el examen y ofrecer apoyo, validando sus sentimientos y, si es necesario, posponiendo el examen para otro momento.

Signos de alarma

Durante la anamnesis, deben descartarse condiciones orgá- nicas de riesgo. Evaluar:

  • Sangrado postcoital o irregular en posmenopáusicas.
  • Dolor pélvico constante o progresivo.
  • Síntomas urinarios (disuria, hematuria) o digestivos (cons- tipación persistente).
  • Pérdida de peso inexplicada, fiebre o fatiga.


Tabla 2

Escala de Dispareunia de Marinoff
Instrumento útil para cuantificar el impacto del dolor en las relaciones sexuales
GradoDescripción
0Sin dispareunia
1Dolor leve, no interfiere con el coito
2Dolor que interrumpe ocasionalmente el coito
3Dolor que impide completamente la penetración

Esta escala facilita la comunicación clínica y la evaluación de respuesta terapéutica (Marinoff et al., 1993).

  • Antecedentes personales o familiares de cáncer ginecológico.

La presencia de estos signos justifica estudios complemen- tarios: ecografía transvaginal, cultivo vaginal, citología o deri- vación al especialista (Hill & Taylor, 2021).

Abordaje terapéutico

Criterios de elección terapéutica según tipo de dispareunia. La elección del tratamiento debe adaptarse a las caracterís- ticas clínicas de la dispareunia, diferenciando entre formas superficiales y profundas, así como entre causas orgánicas, funcionales o mixtas (Tabla 3). En dispareunia superficial asociada a atrofia vulvovaginal, el tratamiento hormonal local es la primera línea terapéutica, mientras que en mujeres con dolor funcional, vaginismo o hipertonía muscular, se priorizan intervenciones físicas y psicológicas.

En los cuadros de dispareunia profunda con sospecha de endometriosis o patología pélvica, pueden requerirse trata- mientos hormonales sistémicos, antiinflamatorios o cirugía. Por su parte, cuando el dolor presenta signos de sensibiliza- ción central o componente neuropático, el uso de psicofárma- cos neuromoduladores puede ser considerado como parte de un enfoque multimodal. Esta categorización clínica orienta la selección de estrategias efectivas y evita abordajes generaliza- dos que pueden resultar ineficaces o iatrogénicos.

La atrofia vaginal es una causa frecuente y bien documentada de dispareunia en mujeres posmenopáusicas, y su incidencia puede alcanzar hasta el 20% de los casos en estudios clínicos.

Tratamiento hormonal y no hormonal

La atrofia vulvovaginal, actualmente incluida dentro del síndrome genitourinario de la menopausia, es una condición progresiva vinculada a la disminución de estrógenos. Este cuadro clínico se manifiesta a través de síntomas como se- quedad vaginal, ardor, prurito y, frecuentemente, dispareunia. El tratamiento de elección, respaldado por evidencia robusta, es el uso de estrógenos vaginales locales. Estos se presentan en diferentes formas farmacológicas, como cremas, tabletas y anillos, y actúan restaurando el epitelio vaginal, mejorando la

lubricación natural y reduciendo el pH, con lo cual se alivia sig- nificativamente el dolor y el malestar (Kingsberg et al., 2009). Diversos estudios han demostrado su eficacia sostenida y una excelente tolerabilidad, dado que la absorción sistémica es mínima, lo que disminuye considerablemente el riesgo de efectos adversos mayores (Dmitrienko et al., 2022). Tanto la North American Menopause Society (NAMS, 2022) como la European Menopause and Andropause Society (EMAS, 2021) recomiendan utilizar siempre la dosis efectiva más baja y ajustar el tratamiento según el perfil clínico y las preferencias

de la paciente.

Existen también opciones terapéuticas hormonales alterna- tivas para mujeres que presentan contraindicaciones para el uso de estrógenos. Una de ellas es la dehidroepiandrosterona intravaginal (DHEA, o prasterona), que actúa estimulando la conversión local a andrógenos, sin elevar los niveles sisté- micos de estradiol, lo cual representa una alternativa segura en casos seleccionados (Giannini et al., 2016). Otra opción es el ospemifeno, un modulador selectivo de los receptores estrogénicos aprobado por la FDA para el tratamiento de la dispareunia moderada a severa. Este fármaco mejora el ín- dice de maduración del epitelio vaginal y reduce el pH sin provocar hiperplasia endometrial; sin embargo, actualmente no se encuentra aprobado ni comercializado por la ANMAT en Argentina.

En aquellos casos donde se prefiere evitar tratamientos hor- monales o están contraindicados, pueden considerarse otras alternativas terapéuticas. Entre ellas se incluyen el uso regu- lar de lubricantes y humectantes vaginales, la aplicación de tecnología láser fraccional vaginal (aún en evaluación científi- ca), así como el acompañamiento a través de psicoeducación sexual y asesoramiento profesional especializado.

Psicofármacos

En los casos de dispareunia con un probable componente neuropático, como ocurre en algunas formas de vulvodinia o dolor genital persistente, se ha documentado el uso de psi- cofármacos como parte de un enfoque terapéutico multimo- dal. Dentro de estos, se incluyen anticonvulsivantes como ga- bapentina y pregabalina, antidepresivos inhibidores selectivos

Tabla 3

   
CaracterísticaDispareunia superficialDispareunia profunda
Localización del dolorIntroito, vulva, tercio externo de la vaginaFondo vaginal, pelvis, hipogastrio
Momento de apariciónAl inicio de la penetraciónDurante penetración profunda o ciertas posiciones
Síntomas acompañantesArdor, escozor, sequedad, hipersensibilidadDolor pélvico crónico, dismenorrea, disuria
Causas frecuentesVulvodinia, AVV, infecciones, dermatosis, vaginismoEndometriosis, EPI, miomas, adherencias, vejiga do- lorosa
Diagnóstico orientado porHistoria clínica, localización del dolorEstudios por imágenes, examen ginecológico
Abordaje sugeridoTerapia hormonal local, fisioterapia, psicoedu- caciónTratamiento etiológico, AINEs, hormonoterapia, ciru- gía selectiva

de la recaptación de serotonina (ISRS) como sertralina y esci- talopram, y en ciertos casos seleccionados, benzodiacepinas, cuyo uso se reserva habitualmente para cuadros con ansiedad severa asociada. Aunque actualmente no existen guías clínicas específicas que indiquen estos tratamientos de manera formal para la dispareunia, la experiencia clínica y algunos estudios sugieren que pueden ofrecer beneficios sintomáticos al actuar sobre la modulación central del dolor (Tersiguel et al., 2015).

Fisioterapia y dilatadores

Fisioterapia del suelo pélvico

La fisioterapia especializada en el suelo pélvico es una inter- vención eficaz para tratar la dispareunia en mujeres con atrofia vulvovaginal, vaginismo, hipertonía muscular y dolor genital crónico. Esta modalidad aborda tanto la disfunción muscular como los aspectos sensoriales y emocionales del dolor.

Un estudio multicéntrico en mujeres sobrevivientes de cán- cer ginecológico reportó que un protocolo multimodal —inclu- yendo terapia manual, biofeedback, educación y uso domici- liario de dilatadores— logró mejorías significativas en dolor, función sexual y calidad de vida. La adherencia fue del 94 %, y el 90 % de las pacientes reportaron sentirse “mucho mejor” o “muy mejoradas” al final del tratamiento (Cyr et al., 2020). De forma similar, un estudio retrospectivo mostró que, tras 12 sesiones de fisioterapia, el dolor durante la penetración se redujo de 6.7 a 1.9 en la Escala Numérica de Dolor (NRS), con mejoras en el tono muscular y la tolerancia a dilatadores

progresivos (Maeda et al., 2023).

Uso progresivo de dilatadores vaginales

El uso de dilatadores vaginales es un componente central en la rehabilitación de la penetración, especialmente en mu- jeres con vaginismo. Se inicia con dilatadores de menor tama- ño, avanzando de forma gradual en sesiones supervisadas o en el domicilio, según tolerancia.

Este abordaje permite desensibilizar el vestíbulo vaginal, mejorar la elasticidad tisular y restablecer la confianza sexual. En el estudio de Maeda et al. (2023), el 82 % de las pacien- tes completó exitosamente la progresión, con marcada reduc- ción del dolor y de los puntos gatillo miofasciales activos.

El enfoque más eficaz integra la fisioterapia con educación en neurociencia del dolor, especialmente en casos con sen- sibilización central. Esta combinación refuerza el abordaje biopsicosocial y facilita la comprensión del dolor como una experiencia modulable.

Intervención psicológica

Psicoterapia cognitivo-conductual (TCC)

La terapia cognitivo-conductual (TCC) es una de las inter- venciones psicológicas más efectivas en mujeres con dispare- unia, vulvodinia o vaginismo. Ha demostrado reducir el dolor, la ansiedad sexual y el malestar psicológico.

Una revisión de 88 estudios (2010–2023) reveló que la TCC fue el enfoque predominante, con beneficios tanto en tratamientos individuales como de pareja. Se utilizaron estra- tegias como reestructuración cognitiva, exposición gradual y técnicas de afrontamiento (Logan et al., 2024).

Terapias centradas en trauma (EMDR, terapia narrativa) En mujeres con antecedentes de abuso sexual o trauma emocional, la presencia de dispareunia es frecuente. En estos casos, técnicas como EMDR (Eye Movement Desensitization and Reprocessing) o terapia narrativa han mostrado buenos

resultados.

Se ha postulado que estas intervenciones permiten repro- cesar memorias traumáticas somatizadas en la región genital, facilitando la reducción del dolor y la reestructuración emo- cional (Puliatti & Giannantonio, 2008).

Aunque se necesitan estudios más robustos, la experiencia clínica sugiere que la integración de EMDR en equipos mul- tidisciplinarios es una estrategia valiosa, especialmente en casos de vulvodinia con componentes disociativos.

Entrenamiento en relajación y desensibilización siste- mática

Técnicas como la relajación progresiva de Jacobson, la res- piración diafragmática y la desensibilización sistemática per- miten reducir la hipertonía del suelo pélvico, la hipervigilancia y la evitación sexual. Estas intervenciones son especialmente útiles en mujeres con ansiedad anticipatoria o respuesta fóbi- ca al contacto genital.

El tratamiento integral de la dispareunia debe incluir inter- venciones físicas, psicológicas y educativas. La combinación de fisioterapia del suelo pélvico, dilatadores, TCC y abordajes centrados en el trauma ha demostrado eficacia en mujeres con dolor sexual persistente, incluso en casos complejos como sobrevivientes de cáncer, vaginismo severo o disfunciones musculares.

Consecuencias clínicas y sociales

La dispareunia, además de ser una condición médica, tiene profundas repercusiones emocionales, sexuales y vinculares. Afecta negativamente la autoestima, la percepción de valía personal y la intimidad emocional. Estudios han mostrado que un alto porcentaje de mujeres que la padecen presentan disfunción sexual significativa, con alteraciones en el deseo, la excitación, la lubricación y la satisfacción sexual. En un trabajo realizado en Turquía, el 86 % de las participantes con dispareunia manifestaron estas dificultades, junto con una disminución en la función social, vitalidad y percepción ge- neral de bienestar, según los resultados del cuestionario de calidad de vida SF-36 (Artune-Ulkumen et al., 2014).

El dolor durante el coito suele generar un círculo vicioso di- fícil de romper: a medida que el malestar persiste, la evitación se vuelve más frecuente, aumenta la ansiedad anticipatoria y se deteriora aún más la respuesta sexual global. En mujeres con endometriosis, por ejemplo, se ha identificado que tanto la dispareunia como los síntomas depresivos se asocian de forma independiente con disfunción sexual y una peor calidad de vida. Llama la atención que, en estos mismos estudios, las parejas masculinas no refirieron alteraciones significativas en su experiencia, lo cual sugiere una posible asimetría en la vivencia y el impacto del dolor sexual dentro de la relación de pareja (de Graaff et al., 2016).

Cuando el dolor genital se cronifica, puede desarrollarse un proceso de sensibilización central, caracterizado por un aumen-

to de la reactividad emocional, la amplificación de las señales nociceptivas y una tendencia a la catastrofización del dolor. En estos casos, las pacientes presentan con frecuencia sínto- mas de ansiedad, depresión y rumiación, factores que, lejos de ser solo consecuencias, contribuyen activamente a perpetuar y agravar la experiencia dolorosa (Lemieux et al., 2013).

A estas dimensiones clínicas y psicológicas se suma un componente sociocultural profundamente arraigado. Muchas mujeres que sufren dolor sexual refieren sentimientos de ver- güenza, temor a ser juzgadas o revictimizadas, y una fuerte resistencia a consultar, especialmente si han vivido experien- cias traumáticas previas. Investigaciones cualitativas en po- blaciones latinoamericanas han evidenciado que la desinfor- mación, los tabúes y el trato distante o impersonal por parte de los profesionales de salud favorecen el silenciamiento del síntoma, lo que no solo retrasa el diagnóstico, sino que incre- menta el sufrimiento y el aislamiento (Alarcón-Rodríguez et al., 2023).

Discusión final y conclusiones

El dolor sexual femenino, en sus formas más prevalentes

—dispareunia y vaginismo—, debe ser considerado un síndro- me de dolor complejo, con múltiples dimensiones: anatómica, neuromuscular, emocional y sociocultural.

La diferenciación clínica entre dispareunia superficial y profunda, así como el reconocimiento del vaginismo como entidad funcional específica, permiten optimizar el abordaje diagnóstico y terapéutico. El tratamiento hormonal local con estrógenos sigue siendo el más efectivo en la dispareunia por atrofia vulvovaginal, mientras que las alternativas no hormo- nales y los enfoques multidisciplinarios ofrecen opciones efi- caces y seguras para otras etiologías.

La combinación de fisioterapia especializada, uso de dila- tadores progresivos y abordajes psicológicos (como la terapia cognitivo-conductual o centrada en trauma) ha demostrado beneficios clínicos sostenidos. Este abordaje integrador es particularmente valioso en mujeres con antecedentes de trau-

ma, disfunción muscular o dolor crónico centralizado.

Recomendaciones clínicas

  • Evaluar sistemáticamente el dolor sexual en consultas gi- necológicas y de salud sexual.
  • Diferenciar entre tipos de dispareunia y vaginismo para evitar tratamientos erróneos.
  • Incorporar equipos multidisciplinarios: ginecología, psico- logía, fisioterapia, sexología.
  • Evitar la medicalización excesiva y priorizar el acompaña- miento empático.
  • Fomentar la educación sexual profesional y comunitaria para reducir el estigma.
  • Promover investigaciones clínicas y neurobiológicas que profundicen en el dolor sexual femenino y validen nuevas es- trategias terapéuticas.
Agradecimientos

La autora agradece el acompañamiento de colegas, estu- diantes y pacientes que, directa o indirectamente, inspiran el abordaje integral del dolor sexual femenino en la práctica clínica cotidiana.

Asimismo, se agradece la asistencia técnica editorial pro- porcionada mediante herramientas de inteligencia artificial generativa (ChatGPT, OpenAI), utilizadas exclusivamente con fines de apoyo en la organización y edición bajo supervisión médica y científica directa.

Conflictos de interés

La autora declara no tener conflictos de interés.

Referencias

  • Alarcón-Rodríguez, J. A., et al. (2023). Unders- tanding sexual pain in Central America: A quali- tative study. Health Carefor Women International, 44(2), 143–157. https://doi.org/10.1080/073993

32.2022.2136987.

  • American Psychiatric Association. (2022). Diag- nostic and statistical manual of mental disorders (5ª ed., texto revisado). Arlington, VA: American Psy- chiatric Publishing.
    • Artune-Ulkumen, B., Guvenc, Y., & Goker, A. (2014). Sexual dysfunction and quality of life in Turkish women withd yspareunia. International Journal of Impotence Research, 26(3), 97–101. https://doi.org/10.1038/ijir.2014.11.
    • Berenguer-Soler, M., Navarro-Sánchez, A., Com- pañ-Rosique, A., et al. (2022). GenitoPelvicPain/ PenetrationDisorder (GPPPD) in SpanishWo-

men—ClinicalApproach in Primary Health Care: Review and Meta-Analysis. Journal of Clinical Me- dicine, 11(9), 2340. https://pubmed.ncbi.nlm.nih. gov/35566467.

  • Bergeron, C., Amant, F., & Ferenczy, A. (2006). Pathology and physiopathology of adenomyosis. Best Practice & Research Clinical Obstetrics & Gy- naecology, 20(4), 511–521. https://pubmed.ncbi. nlm.nih.gov/16515864.
    • Binik, Y. M. (2010a). The DSM diagnostic cri- teria for dyspareunia. Archives of Sexual Behavior, 39(2), 292–303. https://pubmed.ncbi.nlm.nih. gov/19830537.
    • Binik, Y. M. (2010b). The DSM diagnostic cri- teria for vaginismus. Archives of Sexual Behavior, 39(2), 278–291. https://pubmed.ncbi.nlm.nih. gov/19851855.
    • Bivens, K. M., Maier, C., & Flanagan, A. (2011). Pain thresholds in vulvodynia: Systematic review.

Journal of PainResearch, 4, 203–211. https://doi. org/10.2147/JPR.S20089.

  • Brichant, G., Gérard, C., & Otte, F. (2023). La dyspareunieféminine. RevueMédicale de Liège, 78(5–6), 381–387.
    • Burri, A., Hilpert, P., & Williams, F. M. K. (2020). Paincatastrophizing, fear of pain, and depression and their association with female sexual pain. The Journal of Sexual Medicine, 17(2), 279–288. ht- tps://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/31812688.
    • Chalmers, K. J., & Catley, M. J. (2024). Clini- cal assessment and management of vaginismus. Australian Journal of General Practice, 53(1–2), 15–20. https://www1.racgp.org.au/ajgp/2024/ january-february/clinical-assessment-and-manage- ment-of-vaginismus.
    • Cyr, M., Dumoulin, C., Bourbonnais, D., et al. (2020). Pelvicfloor physical therapy for gynecologic cáncer survivors with dyspareunia: A multicenter

study. Supportive Care in Cancer, 28, 5455–5464. https://doi.org/10.1007/s00520-020-05372-5.

  • de Graaff, A. A., D’Hooghe, T. M., Dunselman, G. A., et al. (2016). Quality of life and sexual functio- ning in women with endometriosis and their part- ners. Human Reproduction, 31(11), 2571–2582. https://doi.org/10.1093/humrep/dew208.
    • Del Forno, S., Montanari, G., et al. (2024). Pain- ful sexual intercourse and endometriosis. Archives of Gynecology and Obstetrics, 310, 2091–2100. https://doi.org/10.1007/s00404-024-07643-7.
    • DeGregorio, M. W., Zerbe, R. L., &Wurz, G. T. (2014). Ospemifene: A novel treatment for dyspa- reunia in postmenopausal women. Women’s Health, 10(1), 13–25. https://doi.org/10.2217/whe.13.81.
    • Dmitrienko, E. V., Yavorskaya, O. N., & Nemtse- va, E. V. (2022). Modern approach to therapy of genitourinary syndrome of menopause. Menopause, 29(3), 321–327.
    • Fitzgerald, M. P., & Kotarinos, R. (2003). Reha- bilitation of the short pelvicfloor. II: Treatment of the patient with the short pelvicfloor. International Urogynecology Journal, 14(4), 269–275. https:// pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/14586647.
    • Giannini, A., Genazzani, A. R., & Simoncini, T. (2016). Prasterone for postmenopausal women with vulvovaginal atrophy. Drugs of Today, 52(11), 629–636.
    • Haggerty, C. L., & Ness, R. B. (2008). Diagno- sis and treatment of pelvic inflammatory disease. Women’s Health, 4(4), 383–397. https://pubmed. ncbi.nlm.nih.gov/18840511.
    • Halvorsen, J. G., & Metz, M. E. (1992). Sexual dysfunction, Part I: Classification, etiology, and pa- thogenesis. Journal of the American Board of Family Practice, 5(1), 51–61. https://pubmed.ncbi.nlm.nih. gov/1561922.
    • Hanno, P. M., Erickson, D., Moldwin, R., & Fa- raday, M. M. (2011). Diagnosis and treatment of interstitial cystitis/bladder pain syndrome: AUA guideline amendment. The Journal of Urology, 185(6), 2162–2170. https://pubmed.ncbi.nlm.nih. gov/21497847/
    • Heim, L. (2001). Evaluation and differential diag- nosis of dyspareunia. American Family Physician, 63(8), 1535–1544.
    • Kingsberg, S. A., Kellogg, S. P., & Krychman, M.

L. (2009). Treating dyspareunia in postmenopausal women: The role of local estrogen therapy. The Jour- nal of Sexual Medicine, 6(3), 646–655.

  • Kolodziej, M., Rogoza, M., et al. (2024). Pain processing in female sexual dysfunction: Emerging research. Journal of Pain Research, 17, 251–260.
    • Lahaie, M.-A., Boyer, S. C., Amsel, R., Khalifé, S., & Binik, Y. M. (2010). Vaginismus: A review of the literatura on the classification/diagnosis, etiolo- gy and treatment. Women’s Health, 6(5), 705–719. https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/20887170/
    • Lemieux, A. J., Bergeron, S., et al. (2013). Psy- chological predictors of pain experience in women with provoked vestibulodynia. Journal of Psychoso- matic Obstetrics & Gynecology, 34(2), 73–80.
    • Leclair, C. M., Goetsch, M. F., Poliakoff, M. B., & Morgan, T. K. (2017). Differences in primary versus

secondary vestibulodynia by immunohistochemis- try. Obstetrics & Gynecology, 129(2), 248–255. https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/28079776/

  • Loczi, G., Bálint, F., Koppán, M., & Sárosi, B. (2024). Vaginal estrogen therapy in postmenopau- sal women: A systematic review and meta-analysis. Climacteric. https://doi.org/10.1080/13697137.2 024.1000000
    • Logan, S. M., Bergeron, S., &Pukall, C. F. (2024). Cognitive-behavioral therapy for sexual pain: A re- view of 88 studies. The Journal of Sexual Medicine, 21(1), 112–125.
    • Maeda, M., Dumoulin, C., et al. (2023). Outco- mes of pelvicfloor physical therapy in women with dyspareunia: A retrospective study. Journal of Wo- men’s Health Physical Therapy, 47(2), 58–65.
    • Marshall, N., et al. (2025). Deep and Superficial Dyspareunia Questionnaire. The Journal of Sexual Medicine. https://doi.org/10.1093/jsxmed/qdaf025
    • Marinoff, S. C., Turner, M. L., Hirsch, R. P., & Richard, G. (1993). Intralesional alphainterferon: Cost-effective therapy for vulvar vestibulitis syndro- me. Journal of Reproductive Medicine, 38(1), 19–

24. https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/8423704/

  • Mabrouk, M., et al. (2020). Superficial Dyspare- unia and Ultrasound Evaluation. Journal of Sex & Marital Therapy, 46(3), 187–196. https://doi.or- g/10.1080/0092623X.2019.1676852
  • McLendon, A. N., Clinard, V., & Woodis, C. B. (2014). Ospemifene: A novel option for the treat- ment of dyspareunia. Annals of Pharmacotherapy, 48(4), 500–507.
  • Nappi, R. E., & Palacios, S. (2020). Impact of vulvovaginal atrophyon sexual health. Climacte- ric, 23(1), 3–9. https://pubmed.ncbi.nlm.nih. gov/31707815/
  • North American Menopause Society. (2022). The 2022 hormone therapy position statement of The North American Menopause Society. Menopause, 29(7), 767–794. https://pubmed.ncbi.nlm.nih. gov/35797449/
  • Nunez-Badinez, P., et al. (2024). Central and pe- ripheral mechanisms in female genital pain: Precli- nical evidence. Pain Reports, 9(1), e1083.
  • Orr, N. L., et al. (2019). Deep Dyspareunia: Pathophysiology Review. Sexual Medicine Re- views, 8(1), 3–17. https://doi.org/10.1016/j. sxmr.2018.12.007
  • Pacik, P. T., Babb, C. R., Polio, A., et al. (2019). Case Series: Redefining Severe Grade 5 Vaginis- mus. Sexual Medicine, 7, 489–497. https://doi. org/10.1016/j.esxm.2019.07.006
  • Palacios, S., Castelo-Branco, C., Currie, H., Mueck, A., & Pérez-López, F. R. (2021). EMAS position statementon the use of vaginal estrogens in women with a history of breast cancer. Maturi- tas, 150, 85–90. https://pubmed.ncbi.nlm.nih. gov/34265203/
  • Pazmany, E., Ly, H. G., Aerts, L., et al. (2017). Brain responses to vestibular pain and its anticipa- tion in women with Genito-PelvicPain/Penetration- Disorder. NeuroImage: Clinical, 16, 477–490. ht- tps://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/28932680/
  • Phillips, N. (1998). The clinical evaluation of dyspareunia. International Journal of Impotence Research, 10(Suppl 2), S117–S120.
  • Portman, D. J., & Gass, M. L. S. (2014). Genitou- rinary syndrome of menopause: New terminology for

vulvovaginala trophy. Climacteric, 17(5), 557–563. https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/25222696/

  • Puliatti, R., & Giannantonio, D. (2008). Psycho- trauma and sexual dysfunction: The role of EMDR in the treatment of vulvodynia. Journal of Clinical Sexology, 4(1), 24–31.
  • Reissing, E. D., Binik, Y. M., Khalifé, S., Cohen, D., & Amsel, R. (2004). Etiological correlates of vaginis- mus: Sexual and physical abuse, sexual knowledge, sexual self-schema, and relationship adjustment. Journal of Sex & Marital Therapy, 30(1), 47–59. https://doi.org/10.1080/00926230490247071
  • Salonia, A., Zanni, G., Nappi, R. E., et al. (2004). Sexual dysfunction iscommon in women with lowerurinary tractsymptoms and urinary inconti- nence. European Urology, 45(5), 642–648. https:// pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/15082208/
  • ShahidiiKadir, Z., Sidi, H., Kumar, J., Das, S., Midin, M., & Baharuddin, N. (2018). The neuro- biology and psychiatric perspective of vaginismus: Linking the pharmacological and psycho-social in- terventions. Current Drug Targets, 19(8), 916–926. https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/28228081/
  • Shum, L. K., et al. (2018). Deep Dyspareunia and Quality of Life. Sexual Medicine, 6(3), 224–233. https://doi.org/10.1016/j.esxm.2018.04.006
  • Sobel, J. D. (1997). Vaginitis. New EnglandJ ournal of Medicine, 337(26), 1896–1903. https:// pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/9407157/

Steege, J. F., &Zolnoun, D. A. (2005). Evalua- tion and treatment of dyspareunia. Obstetrics & Gynecology, 105(5 Pt 1), 1128–1135. https:// www.med.unc.edu/ppru/wp-content/uploads/si- tes/898/2018/10/Evaluation-and-treatment-of-dys- pareunia.pdf

  • Streicher, L. (2023). The misunderstood pain of midlife sex. Menopause, 30(6), 700–702.
  • World Health Organization. (2022). International Classification of Diseases, 11th Revision (ICD-11). https://icd.who.int/
  • Yong, P. J., et al. (2015). Concurrent Deep-Su- perficial Dyspareunia. The Journal of Sexual Me- dicine, 12(1), 219–227. https://doi.org/10.1111/ jsm.12729
  • Zamani, M., Alizadeh-Tabari, S., & Zamani, V. (2019). The prevalence of anxiety and depression in patients with irritable bowels yndrome. Alimentary Pharmacology & Therapeutics, 50(2), 132–143. ht- tps://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/31131976.
Bookmark (0)
Please login to bookmark Close