Fragilidad cognitiva, microbiota y envejecimiento
Resumen
Se explicita la definición de fragilidad cognitiva, la clasificación, los factores protectores y de riesgo, su prevalencia, criterios clínicos, evaluación y la importancia de considerar el aspecto preventivo; asimismo, se plantea la posible implicación de la microbiota en la fragilidad cognitiva. La disbiosis en el envejecimiento es frecuente y constituye un factor de riesgo para enfer- medades neurodegenerativas, depresión y estrés, las cuales, a su vez, pueden generar disbiosis intestinal.
Palabras clave
Fragilidad – Cognición – Deterioro cognitivo – Microbiota – Vejez.
Kabanchik Alicia B. “Fragilidad cognitiva, microbiota y envejecimiento”. Psicofarmacología 2020;124:9-17. Puede consultar otros artículos publicados por los autores en la revista Psicofarmacología en sciens.com.ar
- ¿Lograremos un día curar el alzhéimer, el párkinson, la demencia senil…?
- Curar… Lo que lograremos será frenar, retrasar, minimizar todas esas enfermedades.
– ¿Cuál es hoy su gran sueño?
- Que un día logremos utilizar al máximo la capacidad cognitiva de nuestros cerebros.
Rita Levi Montalcini (2012)
Introducción
La población mundial está envejeciendo. Según datos y ci- fras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), entre el 2015 y el 2050, el porcentaje de los habitantes del planeta mayores de 60 años casi se duplicará y pasará del 12 % al 22
%. Actualmente, por primera vez en la historia, la mayor parte de la población tiene una esperanza de vida igual o superior a los 60 años. Para 2050, se espera que la población mundial en esa franja etaria llegue a los 2000 millones, un aumento de 900 millones con respecto a 2015. Hoy en día, hay 125 millones de personas con 80 años o más (1). Más del 46 % de las personas mayores de 60 años o más tienen discapacidades
(2). Más de un 20 % de las personas que pasan de los 60 años sufren algún trastorno mental o neural (1). Es probable que, luego de la pandemia por coronavirus, las cifras varíen.
Este incremento de la tasa poblacional generó investiga- ciones acerca de cómo lograr un envejecimiento saludable, así como de las patologías más frecuentes, la depresión y los deterioros cognitivos. En el Informe mundial sobre envejeci- miento y salud (3) se amplió el concepto de envejecimiento saludable definido como:
… el proceso de desarrollar y mantener la capacidad funcio- nal que permite el bienestar en la vejez. La capacidad funcio- nal comprende los atributos relacionados con la salud que le permiten a una persona ser y hacer lo que es importante para ella. Se compone de la capacidad intrínseca de la persona, las características del entorno que afectan esa capacidad y las interacciones entre la persona y esas características. La capa- cidad intrínseca es la combinación de todas las capacidades físicas y mentales con las que cuenta una persona.
Fragilidad física
Una de las características del envejecimiento es la hete- rogeneidad. No se envejece de igual manera biológica, psi- cológica ni socialmente. Entre el 4,9 % y el 27,3 % de los adultos mayores que viven en la comunidad (4) y el 50 % de los mayores de 80 años, con prevalencia femenina (5), pre- sentan un síndrome médico con múltiples causas y factores que contribuyen a su desarrollo, caracterizado por la dismi- nución de la fuerza, la resistencia y las funciones fisiológicas reducidas, que aumentan la vulnerabilidad de un individuo en el desarrollo de la dependencia funcional o su muerte. A ello se lo denomina fragilidad física, un síndrome que condiciona al paciente y a su familia. Consenso de Fragilidad de la Aso- ciación Internacional de Gerontología y Geriatría (IAGG) (6). En los países de América Latina y del Caribe (ALC), con alta prevalencia de enfermedades crónicas e incapacitantes, uno de cada cinco adultos mayores se considera frágil (7).
La fragilidad física es un concepto fisiopatológico que po- dría explicar las diferencias entre el envejecimiento satisfac- torio y el acelerado, lo que posibilitaría un trabajo preventi- vo. El diagnóstico se realiza mediante la aplicación de varios criterios, entre los que se destacan los propuestos por Linda Fried (8), en los que se considera su existencia ante la presen- cia de tres o más de los criterios siguientes:
- Pérdida de peso no intencionada de más de 5 kg o 5 % del peso corporal en un año.
- Debilidad muscular. Fuerza prensora de menos del 20 % del límite de la normalidad ajustado a sexo y por el índice de masa corporal (IMC).
- Cansancio o baja resistencia a pequeños esfuerzos.
- Lentitud de la marcha mayor al 20 % del límite de la nor- malidad ajustado a sexo y altura, al recorrer 4,5 m.
- Nivel bajo de actividad física. Cálculo del consumo de ca- lorías semanales por debajo del quintil inferior ajustado por sexo.
Según la OMS (9), los indicadores de fragilidad en el an- ciano son:
- 1 – patología crónica,
- 2 – ictus con secuelas,
- 3 – infarto de miocardio o insuficiencia cardiaca hace me- nos de seis meses,
- 4 – enfermedad de Parkinson,
- 5 – enfermedad pulmonar obstructiva crónica,
- 6 – patología osteoarticular degenerativa,
- 7 – caídas,
- 8 – déficit visual severo,
- 9 – hipoacusia severa,
- 10 – enfermedad terminal,
- 11 – toma de tres fármacos con efectos secundarios im- portantes,
- 12 – prescripción en el último mes de antihipertensivos, antidiabéticos o sedantes,
- 13 – ingreso hospitalario en los últimos doce meses,
- 14 – necesidad de atención sanitaria en el domicilio una vez al mes,
- 15 – incapacidad funcional por otras causas,
- 16 – deterioro cognitivo,
- 17 – depresión,
- 18 – ser mayor de 80 años,
- 19 – vivir solo,
- 20 – viudez inferior a un año,
- 21 – cambio de domicilio hace menos de un año,
- 22 – situación económica precaria.
Se diagnostica a través de una evaluación clínica geriátrica y a través del uso de escalas de valoración geriátrica integral (VGI), y, por ejemplo, la Escala FRAIL (6) para valoración de fragilidad en atención primaria en población adulta mayor que
vive en comunidad y la Escala Rockwood (10), de aplicación en adultos mayores con discapacidad y no institucionaliza- dos, además del Indicador de Fragilidad de Tilburg (11), que evalúa los dominios físicos, psicológico y sociales, entre otras escalas.
Factores protectores y de riesgo
Factores psicológicos: el bienestar psicológico en la edad adulta mayor puede proteger contra el desarrollo de la fragili- dad física. Los niveles más altos de neuroticismo y los niveles más bajos de extraversión y conciencia se asociaron con una mayor fragilidad en el seguimiento de dos años, aproximada- mente (12).
El estrés y la depresión pueden contribuir a la iniciación y progresión de la fragilidad física mediante un aumento de la producción de citoquinas, que pueden inducir sarcopenia y caquexia, con sensación de pérdida de energía como un sín- toma inicial del síndrome de fragilidad (13). La liberación del cortisol, posiblemente, por la neuroinflamación, causa daño hipocampal y se la ha relacionado con la atrofia del hipocam- po y con el posterior deterioro cognitivo leve (MCI) (14). En mujeres adultas mayores, los síntomas depresivos y el uso de antidepresivos se asociaron con la fragilidad después de tres años de seguimiento (15).
Factores sociodemográficos: la edad avanzada, género femeni- no, pobreza, bajo nivel educativo contribuyen a la fragilidad (16).
Factores somáticos de riesgo: enfermedades cardiovascu- lares, sarcopenia, resistencia a la insulina, desnutrición, in- flamación crónica, desregulación hormonal hipovitaminosis (17).
Fragilidad cognitiva
En el 2013, la Academia Internacional de Nutrición y En- vejecimiento (IANA) y la Asociación Internacional de Geron- tología y Geriatría (IAGG) en Toulouse (Francia) definieron el concepto de fragilidad cognitiva (18) como la presencia de:
- Fragilidad física y cognitiva. Deterioro (CDR = 0,5).
- Exclusión de demencia.
La fragilidad física es definida como “el agotamiento de las reservas fisiológicas asociado con la edad, lo que resulta en una mayor vulnerabilidad a los factores de estrés” (8).
El deterioro cognitivo (DSM-5) se define como la alteración en uno o más de los dominios cognitivos (atención compleja, memoria de aprendizaje, lenguaje, función ejecutiva, funcio- nes perceptuales y psicomotoras, y cognición social) respecto al desempeño esperado para la edad y para el nivel educativo, reconocida por el paciente, la familia o por observación propia del médico. El deterioro cognitivo leve (DCL) es definido por el DSM-5 como la alteración de uno o más dominios cogniti- vos que no interfieran en la funcionalidad. El consenso quiso identificar una condición de deterioro cognitivo leve causado por la condición física.
La fragilidad física y cognitiva se interrelacionan. La prime- ra favorece la segunda y viceversa. Es considerada un nuevo síndrome geriátrico. Puede representar un precursor de los procesos neurodegenerativos y podría constituir un nuevo ob- jetivo modificable en el deterioro cognitivo temprano.
Se clasifica en:
- Fragilidad cognitiva reversible / PRE-MCI cognitiva sub- jetiva. CDR: 0
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Tabla 1
| Escala de Hughes | CDR 0.5 |
| Memoria | Olvidos consistentes leves: recuerdo parcial de acontecimientos. Olvi- dos “benignos”. |
| Orientación | Completamente orientado. |
| Juicio y resolución de problemas | Solo deterioro dudoso en la resolución de problemas. Similitudes/diferencias. |
| Vida social | Deterioro dudoso o leve, si es que existe, en estas actividades. |
| Hogar y aficiones | Vida doméstica, aficiones, intereses intelectuales se mantienen bien, solo ligeramente deteriorados. |
| Cuidado personal | Totalmente capaz de cuidar de sí mismo. |
- Fragilidad cognitiva potencialmente reversible fragilidad física / -MCI. CDR: 0,5.
La identificación del riesgo de deterioro cognitivo derivado de causas físicas se convierte en un punto de relevancia im- portante debido a su potencial de reversibilidad (19).
La prevalencia de fragilidad cognitiva oscila entre el 1 % al 5 % (20). La prevalencia de deterioro cognitivo leve (DCL) en adultos de 65 años o más es del 10 % al 20 %. El riesgo aumenta con la edad y los hombres parecen tener un riesgo mayor que las mujeres (21).
Criterios clínicos
- Preocupación cognitiva con un cambio en la cognición informada por el paciente o los cuidadores.
- Evidencia objetiva de deterioro en uno o más dominios cog- nitivos, incluida la memoria, en pruebas neuropsicológicas.
- Preservación de la independencia en habilidades funcio- nales.
- Falta de evidencia de demencia.
Evaluación de la cognición
El panel de expertos de IAGG/IANA recomiendan las si- guientes pruebas para la evaluación cognitiva integral:
- Funciones Ejecutivas Evaluación Cognitiva de Montreal (Moca).
- Mini Examen del Estado Mental (MMSE).
- Subescala Cognitiva de la Escala de Evaluación de la En- fermedad de Alzheimer (Adas-Cog).
- Procesamiento de velocidad para identificar la fragilidad cognitiva.
En el Ensayo Preventivo de la Enfermedad de Alzheimer Multidominio (MAPT) 2016 N11617, los mayores de 70 años presentaban al menos uno de los tres siguientes criterios clí- nicos: quejas de memoria informadas espontáneamente a un médico de cabecera, limitación en una actividad instrumental de la vida diaria, marcha lenta. Hallaron que los individuos con fragilidad cognitiva tuvieron un desempeño ejecutivo y de atención peor que los individuos con deterioro cognitivo y sin fragilidad física. Presentaban un patrón cognitivo sub- córtico-frontal diferente al de la enfermedad de Alzheimer.

Para identificar la fragilidad cognitiva, los autores sugirieron que los sujetos frágiles debían realizar pruebas de evaluación frontal (22).
Fragilidad cognitiva. Factores de incidencia
La incidencia de sintomatología depresiva o fragilidad, o su coocurrencia, fue superior al 10 % en adultos mayores de 55 años y estas tasas de prevalencia variaron ampliamente (23).
Vinculación entre fragilidad física y déficit cognitivo
La fragilidad física y el déficit cognitivo tienen una relación estrecha. Resulta que el deterioro de un componente puede afectar al otro e iniciar un ciclo de eventos adversos, como la discapacidad funcional, la alteración de la calidad de vida, la demencia y la evolución a la muerte (20).
Vinculación fragilidad física y depresión
La depresión y la fragilidad en la vejez comparten varios mecanismos fisiopatológicos. Uno de esos mecanismos su- perpuestos es la enfermedad cerebrovascular subclínica. La hipótesis de la depresión vascular postula que la regulación del estado de ánimo alterada y la disfunción cognitiva en los ancianos se deben a una isquemia cerebrovascular subclínica que altera los circuitos neurales frontoestriatales (24).
Fragilidad física, deterioro cognitivo, ansiedad y depresión
En el estudio transversal N263 en pacientes de atención primaria mayores de 60 años en el este de Croacia, en 2018, la fragilidad física, el deterioro cognitivo, la ansiedad y la de- presión se evaluaron utilizando el modelo fenotípico de Fried, el Mini-Examen del estado mental (MMSE), la Escala de an- siedad (GAS) y la Escala de depresión geriátrica (GDS). Se clasificaron en cuatro grupos: relativamente sanos (61,22 %) y tres grupos patológicos, que consistían en sujetos con dete- rioro cognitivo leve (23,95 %), fragilidad cognitiva (7,98 %) y fragilidad física (6,85 %).
Un menor rendimiento en las tareas mnésicas determinaba significativamente la inclusión en los tres grupos patológicos. La función no mnésica, la atención, se asoció específicamen- te con el deterioro cognitivo, mientras que los síntomas psi- cológicos de ansiedad y disforia se asociaron con la fragilidad física (25).
Factores preventivos y de riesgo
Factores psicopatológicos
La función cognitiva, incluida la memoria, se ve alterada significativamente por el estrés en humanos y animales no humanos (26).
La vulnerabilidad al estrés tiene una estrecha asociación con la fragilidad física y con el deterioro cognitivo, lo que su- giere la presencia de mecanismos subyacentes comunes com- partidos entre ellos y un fuerte vínculo con factores de riesgo cardiovascular, inflamación crónica, problemas nutricionales, accidente cerebro vascular, enfermedad de Alzheimer u otra
patología neurodegenerativa (12).
El aumento de la edad influye fuertemente en sujetos con fragilidad cognitiva (23).
Pronóstico: tienen mayor riesgo de discapacidad funcional, peor calidad de vida y mayor de demencia, hospitalización y mortalidad.
Eje microbiota cerebro intestino
Dos grandes proyectos estudian la estructura y la funciona- lidad de la microbiota humana, y su relación con los estados de salud y enfermedad. Dentro de los objetivos está llegar a desarrollar nuevos medicamentos o tratamientos no invasivos para las enfermedades mentales. Estos proyectos son:
- – The Human Microbiome Project (http://hmpdacc.org), del National Institute of Health de Estados Unidos en 2007.
- – Proyecto Meta HIT (Metagenomics el of the Human In- testinal Tract (www.metahit.eu), de la Unión Europea (2008- 2012).
La comunicación cerebro-intestino es dinámica y bidirec- cional, a través de las vías nerviosas y hemática. La micro- biota desempeña un papel importante en esto (27). El in- testino posee un ecosistema propio, la microbiota intestinal, con 100 billones de microorganismos y un sistema nervioso propio (SNE) de más de 500 millones de neuronas. Se llama a este SNE el pequeño cerebro, el minicerebro, el cerebro abdominal, el cerebro digestivo o el segundo cerebro. El SNE es la única parte del cuerpo que puede rechazar o ignorar un mensaje que llega desde el cerebro craneal. Se describen cinco vías de comunicación entre la microbiota intestinal y el cerebro:
- la red neuronal del cerebro-intestino nervio vago.
- eje neuroendocrino-HPA.
- sistema inmune intestinal.
- algunos neurotransmisores y reguladores neurales sinte- tizados por bacterias intestinales.
- barreras gastrointestinales y hematoencefálica.
La disbiosis intestinal puede afectar la funcionalidad del cerebro. Esta implica el aumento de la permeabilidad intes- tinal, la producción de citosinas proinflamatorias y quimosi- nas, y la síntesis de compuestos tóxicos, neurolépticos y sus respectivos precursores. La modificación de la permeabilidad permite el paso de todas estas moléculas a la circulación san- guínea y a la barrera hematoencefálica. En consecuencia, se genera una posible afectación en procesos de neurogénesis, neurotransmisión y neuroinflamación (28).
Microbiota y fragilidad cognitiva
Estudios observacionales han demostrado que, en personas mayores, la fragilidad y la demencia de tipo alzhéimer están asociadas con la disbiosis de la microbiota fecal, es decir, la reducción de la biodiversidad y la sobreexpresión de pato- biontes. Los principales mecanismos posibles del eje intesti- no-cerebro en la modulación de la función cognitiva incluyen efectos sobre la neurotransmisión, la neuroinflamación y el depósito de amiloide (29).
Los principales factores implicados, posiblemente, en la aparición de la fragilidad cognitiva son rasgos específicos de personalidad, estrés, depresión, disfunción cardíaca, enfer- medades cardiovasculares, sarcopenia, dislipidemia, resisten- cia a la insulina, desnutrición y su precursora, anorexia del envejecimiento, inflamación crónica y desregulación hormo- nal, incluyendo hipogonadismo e hipovitaminosis D. La ma- yoría de estos factores se han asociado con alteraciones en la composición de la microbiota intestinal (30).
Se han reportado cambios taxonómicos importantes y una disminución constante en la riqueza y diversidad microbiana en personas de 65 años o más, y estos cambios se asociaron con un empeoramiento del estado de salud y la fragilidad. La fragilidad es, posiblemente, el mayor problema asociado con el envejecimiento de la población y se vincula con la composi- ción del microbioma intestinal en personas mayores y depen- dientes de cuidados (31).
Algunos estudios preclínicos han sugerido la eficacia de la modulación de la microbiota intestinal en la mejora de con- diciones como la depresión y las enfermedades neurodegene- rativas (32).
Hubo una asociación negativa sorprendente entre la fragili- dad y la diversidad de la microbiota intestinal, respaldada por asociaciones taxonómicas específicas (33).
Estrés, depresión, deterioro cognitivo y eje cerebro-microbiota El estrés psicológico es común y propicia muchos proble- mas de salud física y mental. El estrés agudo puede tener algunos beneficios metabólicos, inmunológicos y cognitivos. El estrés psicológico crónico produce, con mayor frecuencia, defi- ciencias en la salud y una amplia gama de enfermedades (34). El estrés crónico puede causar deterioro cognitivo, efectos adversos en el hipocampo y predisponer a enfermedades neu- rodegenerativas, ya sea directamente o mediante mediadores
del estrés, incluida la carga alostática (35).
El efecto negativo del estrés psicológico sobre la función cognitiva puede ser mayor con el envejecimiento (36). La re- serva cognitiva, una medida de qué tan bien funciona el cere- bro (37), puede ser un aspecto de la resiliencia a los efectos del estrés en la cognición.
El adulto mayor está expuesto a múltiples estresores: jubi- lación, magros ingresos, pérdidas de conyugue y de amigos, enfermedades, síndrome de nido vacío, aislamiento, soledad, discapacidades, entre otras. Los estresores psicosociales pue- den alterar la composición de la microbiota entérica de una manera que se correlaciona con un aumento prolongado de
citosinas proinflamatorias después del final de la exposición al estrés (38).
Viera Silva et al. (39) hallaron que los géneros de bacterias Coprococcus y Dialister estaban reducidos en la microbiota de las personas deprimidas, los Flavonifractorn habían aumen- tado en los pacientes con depresión mayor y la presencia de Butyricoccus estaba asociada con el tratamiento con antide- presivos.
Haiyin Jiang et al. (40) hallaron que los pacientes con de- presión mayor tenían niveles elevados de Enterobacteriaceae y Alistipes, pero niveles reducidos de Faecalibacterium. Ob- servaron la correlación negativa entre Faecalibacterium y la gravedad de los síntomas depresivos. Las alteraciones en la composición de la microbiota, incluyendo las especies pre- sentes y su abundancia relativa, podrían contribuir a la depre- sión, y, en segundo lugar, los estados depresivos podrían in- ducir la modificación de especies específicas de la microbiota intestinal y, eventualmente, contribuir a hacer más grave la depresión.
Un estudio reciente mostró un incremento de Escherichia/ Shigella spp., que se caracterizaron como microorganismos proinflamatorios, y un descenso de Eubacterium rectale, ca- racterizado como antinflamatorio en la microbiota fecal de pacientes con enfermedad de Alzheimer. La disbiosis podría incrementar los depósitos cerebrales de amiloide y la neuro- inflamación (41).
La disbiosis intestinal puede aumentar los lipopolisacári- dos, las citocinas proinflamatorias, las células T auxiliares y los monocitos, lo que provoca un aumento de la permeabi- lidad intestinal y de la BHE. A través del eje microbiota-in- testino-cerebro, se produce la acumulación de proteínas mal plegadas, daño axonal y desmielinización neuronal, lo que facilita la patogenia de trastornos neurodegenerativos como la enfermedad de Parkinson, la enfermedad de Alzheimer, la esclerosis múltiple y la esclerosis lateral amiotrófica (42).
Los glucocorticoides también inducen atrofia del hipocam- po, que es un sello distintivo visto en varias enfermedades acompañadas de un alto nivel crónico de cortisol, como el síndrome de Cushing, la depresión mayor y el trastorno de estrés postraumático. El estrés crónico podría ser un factor de riesgo para el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer, especialmente, cuando existen antecedentes genéticos y otras influencias ambientales (43), al igual que los estresores que no pueden ser elaborados psíquicamente por déficits de men- talización asociados con factores genéticos, de historia perso- nal y ambientales (44).
Alimentación, nutrición/desnutrición, hábitos alimentarios
Definiremos algunos conceptos:
Alimentación: consumo habitual de productos comestibles vegetales y animales, de acuerdo con las preferencias, hábitos culturales y posibilidades económicas.
Nutrición: conjunto de funciones fisiológicas y bioquímicas que se realizan en nuestro organismo. En este proceso, inter- vienen una serie de factores biológicos, psicológicos y socia- les. Un estado nutricional adecuado contribuye a mantener las funciones corporales y a dar calidad de vida.
Dieta: el concepto proviene del griego díaita, que significa “modo de vida”’. La dieta, por lo tanto, resulta un hábito y constituye una forma de vivir.
Hábitos alimentarios: son comportamientos conscientes, co- lectivos y repetitivos, que conducen a las personas a seleccio- nar, consumir y utilizar determinados alimentos o dietas, en respuesta a influencias sociales y culturales.
Modificación de hábitos alimentarios en adultos mayores
Causas biológicas
Disminución de los sentidos de la vista, gusto y olfato; dis- minución de secreciones salivales y sequedad en la boca; pérdida de piezas dentarias y uso de prótesis dentales, difi- cultades en la masticación, en la deglución, disminución de la sensación de sed.
Causas físicas
Discapacidad física para comprar por trastornos en la mar- cha, no poder levantar peso, deformaciones por artrosis, difi- cultades para cocinar, lavar utensilios, mareos.
Patologías psiquiátricas
Depresión, deterioro cognitivo, alcoholismo, psicosis, sín- drome confusional.
Causas sociales
Pobreza, aislamiento social, residir en zonas alejadas de los centros de abastecimiento y falta de soporte social.
Malnutrición
Según la OMS, se trata del grupo nutricionalmente más vulnerable y más infradiagnosticado, con un riesgo de desnu- trición del 11 % a 19 %, y se estima que un 35 % a 40 % de los ancianos presenta algún tipo de alteración nutricional. La malnutrición incluye la pérdida o el exceso de peso y la hipoalbuminemia, que, asociada con la polifarmacia, genera toxicidad por mayor fracción de droga libre.
Dietas
Existen varias dietas que apuntan a ser factores de protec- ción cerebral; por ejemplo, la dieta mediterránea (protectoras de eventos cardiocerebrales); la dieta NU-AGE, que consistía en una dieta mediterránea; la dieta oriental, entre otras.
Investigaciones sobre la dieta en adultos mayores
Ensayo Predimed Informa (2013)
Este fue un ensayo clínico controlado aleatorizado, multi- céntrico, de grupos paralelos, que tuvo como objetivo evaluar los efectos de una dieta de tipo mediterráneo en las enfermedades cardiovasculares (ECV). El objetivo de este estudio fue comparar en un ensayo aleatorizado los efectos de dos dietas mediterráneas versus una dieta baja en grasas sobre el riesgo de depresión después de, al menos, tres años de intervención. N = 7447 participantes, hombres entre 55 y 80 años, y mujeres entre 60 y 80 años sin ECV previamente documentada, pero que tenían un alto riesgo cardiovascular. Los resultados de este análisis sugirieron un efecto beneficioso de una intervención a largo plazo con la dieta mediterránea sobre la depresión en pacientes con diabetes tipo 2DM2.
El Ensayo Nu-Age 2018 N
Una población de 1296 participantes de 65 a 80 años de cinco centros de la UE fue asignada aleatoriamente a un gru- po de dieta NU-AGE o a un grupo de control. El grupo de dieta siguió un año de intervención dietética NU-AGE, especifican- do el consumo de quince grupos de alimentos más el uso de un suplemento de vitamina D.
La intervención dietética NU-AGE, basada en recomenda- ciones dietéticas para adultos mayores –que consiste en ase- soramiento dietético individual, alimentos saludables gratui- tos y un suplemento de vitamina D–, puede ser una estrategia factible para mejorar la ingesta dietética en una población europea que envejece.
Dieta oriental
Se basa en arroz, verduras muy variadas y en gran cantidad, algas, pescado, soja y derivados, repartidas en pequeñas co- midas a lo largo del día. No pasa de las 2300 calorías diarias para los hombres y de 1950 para las mujeres. Utilizan técni- cas culinarias, también, bajas en grasa, como es el vapor, el crudo o el salteado en wok.
Prevención
Cuidar la salud física, diagnosticar y tratar el estrés y la depresión, evitar el aislamiento, mantener vínculos familiares y sociales, mantenerse autoválido y activo, realizar actividades físicas y lúdicas, tomar sol, realizar actividades que le gustan o hubiese querido hacer y no pudo, dieta saludable, dormir bien, evitar la polifarmacia, no fumar y el bajo consumo de alcohol.
Abordajes terapéuticos multidominio
- Diagnóstico y abordaje terapéutico de las patologías clíni- cas y cardiovasculares.
- Diagnóstico y abordaje terapéutico del estrés y de la de- presión con psicoterapia individual o grupal, entrevistas familiares, psicofármacos, psicomotricidad, talleres.
- Intervenciones en el estilo de vida, como el asesoramiento en prácticas dietéticas saludables.
- Actividad física.
- Actividad lúdica.
Estudios
FINGER2018
Estudio finlandés de intervención geriátrica de dos años para prevenir el deterioro cognitivo y la discapacidad (FIN- GER), multidominio de intervención en el estilo de vida. La población era de 1260 personas de la población general fin- landesa (60-77 años) con riesgo de demencia. La interven- ción multidominio (dieta, ejercicio, cognición y manejo del riesgo vascular) y asesoramiento de salud regular demostró efectos beneficiosos sobre la cognición.
Dieta mediterránea y fragilidad
León-Muñoz et al. (45). Este estudio examinó la asociación entre la adherencia a la dieta mediterránea (DM) y el riesgo de fragilidad en adultos mayores.
Fue un estudio de cohorte prospectivo con 1815 personas residentes en la comunidad mayores de 60 años reclutadas en 2008-2010 en España. Entre los adultos mayores que viven en la comunidad, una mayor adherencia a la DM se asoció con una disminución del riesgo de fragilidad.
Valls-Pedret et al. (46). Es un ensayo clínico aleatorizado de grupos paralelos de 447 voluntarios cognitivamente sanos de Barcelona, España (233 mujeres [52,1 %); edad media, 66,9 años), con alto riesgo cardiovascular, que se inscribieron en la nutrición de prevención con la dieta mediterránea. Este ensayo tuvo su intervención desde el 1 de octubre de 2003 hasta el 31 de diciembre de 2009. Todos los pacientes se sometieron a una evaluación neuropsicológica en el momento de la inclusión y se les ofreció repetir la prueba al final del estudio. La dieta con frutos secos fue más eficaz para mejorar la memoria, mientras que la de aceite de oliva influyó de forma favorable en la cognición frontal y en la función ejecutiva.
Una dieta bien equilibrada puede modular la proliferación de bacterias específicas dentro de la microbiota intestinal, lo que se ha relacionado con un mejor estado de salud de los ancianos.
Actividad física
La actividad física juega un papel esencial en el manteni- miento de un cuerpo sano, pero también proporciona benefi-
cios únicos para los sistemas vascular y celular que sano al mantienen cerebro.
Una mayor actividad física puede proteger la salud del cere- bro en la edad avanzada a través de una serie de mecanismos complementarios:
- regular al alza los factores en las vías neurotróficas que favorecen la supervivencia y mejoran la plasticidad sináptica;
- apoyar la cerebrovasculatura, que mantiene la integridad de la barrera hematoencefálica;
- aumentar el aclaramiento glifático y la degradación proteolítica de las especies beta amiloideas;
- regular la activación de la microglía.
Los estudios preclínicos demuestran que el ejercicio inicia diversas y poderosas vías neuroprotectoras que pueden converger para promover la salud cerebral continua en la vejez (47).
Existe un estudio metanalítico para examinar la hipótesis de que el entrenamiento aeróbico mejora la vitalidad cognitiva de los adultos mayores sanos pero sedentarios. El entrenamiento físico más importante tiene beneficios sólidos pero selectivos para la cognición, y los mayores beneficios inducidos por el estado físico se producen en los procesos de control ejecutivo. Los adultos mayores de 65 años que participaron en ejercicio regular (por ejemplo, caminar, caminar, andar en bicicleta, hacer pesas, estirarse u otros) obtuvieron una puntuación más alta en las pruebas de memoria comunes y un riesgo
reducido de demencia y deterioro (48).
Bienestar emocional
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el bien- estar emocional es un “estado de ánimo en el cual la per- sona se da cuenta de sus propias aptitudes, puede afrontar las presiones normales de la vida, puede trabajar productiva y fructíferamente y es capaz de hacer una contribución a la comunidad”.
El bienestar emocional, el cuidado de salud psíquica y físi- ca, la sana nutrición y la actividad física regular se constitu- yen en los factores protectores más investigados de la fragili- dad cognitiva.
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